LANZAS
OCTUBRE DE 2016
El ganado que arreaban levantaba una
intensa polvareda, a la que se sumaba la que producían su lanzas al ser arrastradas por el suelo, formando las
rastrilladas que con el tiempo fueron los primeros caminos trazado en la
inmensidad del desierto, eran un poco más de cincuenta indios de pelea, los mejores de la tribu de
del cacique pampa Querenal que regresaban con el fruto de su ultimo malón, en los lomos
de sus caballos, traían la las cautivas
que habían podido lograr en su ataque a los ranchos y estancias cercanas al Fortín
de las Mercedes, otros llevaban los trofeos más valiosos, bebidas blancas,
aperos , yerba y tabaco y algunas armas de fuego. Eran en su mayoría de aspecto
robustos, de largas melenas atadas con vinchas de distintos colores, cubiertos
solo con taparrabos de cueros o chiripa de lona,, fajas de lana con motivos
geométricos los sostenían alrededor de sus cinturas ,donde además enrollaban uno
o más juegos de boleadoras, su arma preferida no solo en las peleas, también para las cacerías
de ñandúes , liebres y gamos, que junto a los caballos y ganado cimarrón eran
la base de su alimentación.
Sus caballos , muchos mejores que
los de los milicos que los perseguían, eran de distintos pelajes, bien cuidados
y alimentados, lo que les habían permitido sacarles una considerable ventaja.
Luego de dos jornadas agotadoras,
donde solo paraban para hacer descansar a los animales y comer algo, llegaron a
la toldería de la tribu, grande fue la sorpresa y la indignación al verla
destruida, quemada y los cuerpos del cacique, ancianos y niños que eran devorado por los chimangos y
otras aves carroñeras, era evidente que habían
peleado hasta la muerte, ya que en la campaña que habían emprendido los huincas
para quedarse con sus tierras no tomaban
prisioneros. Los indios, lloraban y se lamentaban, al ver semejante espectáculo
y muchos descargaban su furia contra los cautivos hasta que un capitanejo
enorme con la cara cruzada por una herida de sable detuvo la carnicería.
Entre las cautivas había una que
llamaba la atención ya que llevaba abrazado, sin que se lo pudieran sacar de
sus manos a una pequeña criatura.
Esa mujer, de nacionalidad
española era Angélica Zurita a la que
habían capturado luego de herir a su esposo Martiniano Palma y darlo por muerto
, ambos fueron los tatarabuelos de mi madre
.El capitanejo que se adueñó de ella
se llamaba Pichi Toro. Algunos años después, cuando las tropas de Roca
la rescataron, además de su hijo blanco, tenía tres más, fruto de esa relación
Agustín Secreto
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