CAMPOSANTO
Noviembre de 2016
A raíz de mi oficio de
pintor, he tenido que trabajar además de
en casas de familias, en diversos lugares : Escuelas-Bancos-Joyerías-Estancias,-Comercios-Fabricas-
Clubes por mencionar algunos
Pero hay uno en particular, que
siempre he tratado de evitar, los cementerios.
A veces por hacer un favor a
un amigo o familiar, he pintado algún panteón.
Solo en raros casos y
cobrando muy he trabajado para instituciones
y sociedades que brindan el servicio de sepelios y nichos a sus asociados.
En la oportunidad a la que
me voy a referir, estaba haciendo uno de esos trabajos en unas galerías
enormes, con techos transparentes, pintando los interiores e impermeabilizando los muros exteriores.
Era en pleno verano, el calor agobiaba; A pocos metros, empleados del
cementerio estaban cambiando de lugar el ataúd de una persona fallecida unos
días antes, dejaron el cajón sobre unos
caballetes mientras limpiaban y
acomodaban el panteón donde lo iban a
dejar en forma definitiva.
De pronto se escuchó una
fuerte explosión, voló la tapa del
ataúd, y una perdigonada de gusanos se desparramaron a más de treinta metros a
la redonda salpicando las paredes de los
panteones cercanos y llegando hasta donde habíamos terminado de pintar un rato
antes.
Creo que el olor del cuerpo humano en descomposición debe ser uno
de los más desagradable y penetrantes que hay, realmente era insoportable. Haciendo
un enorme esfuerzo, limpiamos las manchas, y retocamos las paredes y pudimos
concluir ese trabajo, que en los cuarenta años de oficio que tengo, fue , sin dudas el que más repugnancia me
causo.-
Agustín Secreto
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