miércoles, 19 de octubre de 2016

EL ORADOR

                                                                     
EL ORADOR
                                                                                                              Octubre de 2016

El  acto político  prometía ser largo, el manojo de hojas  que tenía en sus manos  el candidato,  que subían y bajaban  al ritmo  de sus  ampulosos ademanes  así lo indicaba.
Su  elocuencia y teatralidad  compensaban  la  falta de contenido del  discurso, basado en frases hechas, términos rebuscados, repetitivos y sin mucho significado. La sufrida concurrencia, soportaba con estoicismo  su  verborragia,  mientras  alguno de sus militantes rentados, aplaudía cada tanto, lo que provocaba  que el resto se contagiara.
Un borrachín, que  estaba sentado en la primera fila, dormía, roncando estrepitosamente,  se despertaba  y aplaudía al ritmo de los demás,  la baranda a alcohol que emitía su aliento, hizo que quedaran vacías las sillas a su alrededor, en algunas ocasiones se despertaba sobresaltado y  era el quien iniciaba los aplausos, cuando no había motivo alguno para hacerlo.
El olor  de los choripanes, indicaba que  les faltaba muy poco para estar listos, mientras tanto el discurso se prolongaba demasiado.
Fue durante la lectura de la 8 hoja  cuando llego el  primer tomatazo, certero al medio de la  blanca camisa del candidato, dibujándole un corazón sangrante,  luego de que repitiera por  décima vez la palabra “coyuntura”.
 El segundo, algo más maduro  llego enseguida, se ve que calibraron la mira porque le dio de lleno en la frente, desde donde comenzó a chorrear jugo   hacia  los ojos y la nariz,  cuando intento continuar con su oratoria
 El tercero,  le dio de lleno en la boca consiguiendo  que por fin  se callara.
 La platea  de pie aplaudía a rabiar,  el borrachito fue el único que  dándole la mano y una palmadita afectuosa en la espalda, lo felicito  cuando, junto a sus más fieles acólitos, iniciaban  la retirada sin saludar a nadie.
 Se perdieron  los choripanes,  estaban  muy buenos.
Agustín Secreto

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